Hay una cosa que, por inocente que parezca, me costó entender hasta no hace mucho. Es la siguiente: que ante la máxima libertad, uno pueda escoger ser malvado.

En mis mundos de yupi-inocencia, una persona solo se comporta mal por ignorancia o como defensa. Y si la tratas bien y la haces sentir libre para escoger, se dará cuenta de su error.

Bien, después de múltiples experiencias, puedo decir que esto no es siempre así. Te puedes portar muy  bien con una persona y esa persona se puede portar muy mal contigo. Puedes explicarle cómo te sientes respecto de su comportamiento sin entrar en detalles sobre cómo tiene que tratarte, sin elevar el tono o alejarte (para que libremente y desde el sentido común decida cambiar)… y obtener cero resultados. En realidad, es peor. Puede que se aproveche de ti.

Así que, en contra de mi naturaleza, me veo obligada a decirle a la gente cómo tiene que comportarse, como si fueran niños pequeños.

Decirles que insultar, degradar, humillar, perseguir, ignorar, aprovecharse, engañar e incluso maltratar es una cosa mala. Soy la primera en tener un fuerte temperamento que a veces me puede, pero no estoy hablando de comportamientos puntuales y pasajeros, sino de abusos continuados.

Decirle a alguien cómo tiene que tratarme, me parece ridículo entre personas adultas. Pero después de haber visto como tantas veces en respuesta a mi paciencia y generosidad se me ha cogido mano, el brazo y todo lo que se ha podido, ahora soy de esas que a la primera digo “ehhhh, frena”.  Sumado a esto que soy de las que perdonan y que este perfil suele venir con disculpas aunque luego vuelvan a las andadas… A veces me siento como una madre o una maestra de escuela.

Supongo que mi inocencia proviene de mi punto de vista, que consideraba como el único válido. Cada vez que me encuentro con personas generosas y que me hacen sentir libre, me sale de forma natural ofrecer mi mejor versión. Incluso me siento hasta cierto punto en deuda y siempre busco una oportunidad para ofrecer lo mismo a cambio.

En cambio, hay personas que, si pudieran, quizás serían aún más crueles y aprovechadas de lo que son.

Y yo me pregunto: si fueran totalmente libres, ¿sacarían su peor versión? ¿O sacan su peor versión porque precisamente su  inquina les impide ser libres?

Imagen que ilustra el post: ilustración (recortada) de William Blake La lucha de los iracundos para el canto VIII del Infierno de La Divina Comedia de Dante.