Hay dos formas de ver una película: metiéndote en la piel de los protagonistas y de la trama, o bien ver a gente moviéndose y diciendo cosas sin más. Es decir, puedes ver una película desde dentro o desde fuera. Lo mismo ocurre con las emociones.
Al vivir las emociones de forma intensa, estas me hablan a través de mi cuerpo. Me hacen temblar, sudar, latir el corazón a mil o incluso me cambian el tono de piel en segundos. En esos momentos, definitivamente, las estoy viviendo desde dentro. En esos casos, mis emociones y yo somos la misma cosa.
En esos casos, mis emociones y yo somos la misma cosa.
Personalmente, las emociones me parecen un regalo divino para construir la vida propia. La parte no tan positiva ocurre cuando estas emociones son consideradas como verdades absolutas. Si no hay un árbitro vigilando para que cumplan su función puede ocurrir que se pasen de rosca y entren en ámbitos en los que no deberían tener tanto poder como en el del sentido común. No estoy diciendo que dejarse llevar por las emociones no sea tener sentido común, pero si esto ocurre de manera muy intensa e inconsciente de forma habitual resultará difícil crear un equilibrio interior que se refleje, a su vez, en un equilibrio con el exterior.
Llegados hasta aquí, lo que propongo como punto de partida para una vida equilibrada y lo más sana posible a nivel mental es reconocer que lo mismo que tienes unas emociones pudieras tener otras. Y que esto, a su vez, le ocurre a otra gente. Y tienen mucho que ver con lo que has vivido, con cómo te han educado e incluso, quién sabe, con lo que has heredado en forma de una genética inconsciente. Todo eso acaba construyendo nuestra identidad o ego.
Tienen mucho que ver con lo que has vivido, con cómo te han educado e incluso, quién sabe, con lo que has heredado en forma de una genética inconsciente. Todo eso acaba construyendo nuestra identidad o ego.
Lo que recomiendo, como explicaba con anterioridad, es ser consciente de que no existen verdades absolutas en el terreno emocional, que nuestras emociones pueden decirnos que lo que un día estuvo bien al siguiente está mal o viceversa. Que lo que creíamos tan seguro se destruye con extrema facilidad demostrando ser tan vulnerable como nosotros. Es decir, hay que tomárselas en serio pero no tanto :D
Lo que sientes forma parte de ti, eres tú. Pero no es más verdad que lo que sienten los demás. Tiene valor para ti, pero no puedes tomarlo como bandera de lo que está bien o mal y deberías analizar con sumo cuidado si lo que te hacen sentir otras personas tiene mucho que ver con sus intenciones o si son tus emociones queriéndote llevar siempre al mismo punto porque no estás yendo a la raíz de la cuestión.
Tus emociones te hablan a través de tus sentidos, escúchalas. Pero reconoce también que escucharlas quiere decir interpretarlas. Si sientes miedo quizás no tienes que huir de la persona o situación que te lo provoca, sino entender por qué lo provoca. O bien, siempre te puedes pasar la vida huyendo.
Mete en juego al observador, a la consciencia.
- Sé consciente primero de que eres un ser sensible.
- Sé consciente, en segundo lugar, de que tu sensibilidad es tuya, propia y única. Los demás también la tienen, pero para cada uno es diferente.
- Tercero, entiende que cada uno actúa en función a su sensibilidad, a veces de manera más consciente, otra menos (incluso en lucha con ella).
- En cuarto lugar, sé consecuente con tu sensibilidad y tus emociones: escúchalas, respétalas y sigue sus consejos. Para seguir sus consejos antes tienes que saber sobre qué te aconsejan. Y para eso tienes que reconocer que te pertenecen y que no son de fuera, sino en contacto con lo de fuera. Por lo general, no te sientes mal porque la otra persona es mala. Te sientes mal porque te ha hecho sentir mal. No eches balones fuera. Pregúntate “¿por qué me ha hecho sentir mal?” “¿Por qué me siento mal?” “¿Qué puedo hacer para cambiarlo?” Este es el observador. El observador te hace activo, te hace tomar las riendas de tu vida.
Dejarse llevar por una emoción ofrece un campo bastante reducido. Si alguien te hace mal generalmente te presentan dos opciones: huir o destruirlo. Entras en modo supervivencia.
Si lo ves desde fuera y te planteas las cosas con responsabilidad puedes, en cambio: huir, destruirlo, hablar con él sobre cómo te sientes y liberarte, hacer un gesto de conciliación para calmar hostilidades, aprender a que te resbale su comportamiento, aprovechar para buscar nuevas oportunidades lejos de esa persona, devolverle la jugada, bailar un tango juntos a la luz de la luna…
Las posibilidades se multiplican, por tanto, eres mucho más libre. El observador te da libertad, sin el observador eres esclavo de tus propias emociones y si eres tendente al miedo, a la vergüenza o a la ira, prepárate para pasarte una vida llena de frenos y posibles malas decisiones. Sal de tu película el mayor número de veces posible, obsérvate desde fuera y decide cómo quieres que siga la trama. Esto ya lo dejo para el próximo post.
El observador te da libertad, sin el observador eres esclavo de tus propias emociones
> Aquí tienes en enlace del segundo capítulo: Observar los pensamientos.